Nosotras tuvimos el nuestro. Nos acompañó la lluvia omnipresente y ese puñado de incondicionales que todo proyecto necesita. Una vez más, gracias a todos.
Algo en mi formación y en mi modo de abordar el teatro como si de un campo minado de preguntas sin respuestas se tratara, hace que el momento de mostrar, abrir puertas, recibir al otro, resulte particularmente incómodo. Por supuesto que siempre se les espera, no obstante, en ocasiones pareciera que el camino recorrido no alcanza a explicarse del todo. Es lo más parecido a volver de un gran viaje y no tener más que unas patéticas fotos para hablar de la grandeza de los paisajes conocidos.
Nada en el arte es sencillo y está bien que así sea. Poner punto y final, punto y seguido, puntos suspensivos... Siempre es cuestión de uno. Lo más interesante del encuentro con los otros es lo mucho que podemos aprender sobre nosotros. Está claro que uno elige a sus jueces y a sus críticos. No todo gustará, no todo nos convence, pero hay que ser humildes. Muy humildes. Porque algo de toda esa confusión, de ese discurso a veces afilado, acaso tímido, con suerte generoso, inteligente, es todo lo que hay, lo que nos queda, lo que habrá de mostrarnos el camino para seguir andando un poco más.
El aplauso está bien pero es sólo ceniza. Con todo lo demás, haremos mundos.
M . Trigo.
Foto: G. Samà