Esta obra no nació como tal. Los textos se fueron sumando casi sin querer y aprendieron a dialogar entre ellos hasta ordenarse de un modo tan concreto que encerraba un mundo. Había poemas, ideas para canciones, imágenes concretas que siempre vuelven: la lluvia, el universo femenino, el raro fenómeno del tiempo... Y por primera vez un imaginario muy potente en relación con el nacimiento y la muerte. Se fue armando una historia tan mentirosa como fragmentaria. Una historia que se empeñaba en contradecirse, que huía de la lógica argumental para caer en brazos de la poesía. Grandes peligros.
Encontrar a las actrices que lo hicieran posible fue una decisión y una suerte. Ellas fueron las responsables de justificar el imaginario del texto y gracias a una intensa búsqueda de acciones tan genuinas como personales, los sentidos - del texto, por un lado, y los nuestros, por el otro - se abrieron y multiplicaron. Una vez más, el milagro del pan y los peces, de la lluvia y las flores. Supongo que son esos tiempos tan enriquecedores del proceso creativo los que nos compensan, los que nos tientan para regresar cada vez que juramos que ésta será la última obra.
A pocos días del estreno sé que muchos de los objetivos están logrados. Este capricho poético llevado a escena consigue contar una historia, un relato que se confunde y se deshace como si la lluvia misma lo borrara. Y las actrices habitan este cuadro, con sus dudas y deseos, supersticiones y hechizos, con cada pequeño gesto tan pulido.
Esperamos que sean los sentidos y las sensaciones los que entren en juego, lo que se active en cada pequeño grupo que nos visite, que se lleven los olores, las imágenes, los tarareos, las miradas y que, de a poco, vayan recordando y se sientan cómplices, testigos.
M. Trigo.